Resucitar a Marx (Reseña de la última obra de Carlos Fernández Liria y Luis Alegre Zahonero)

Qué alternativas nos deja esta situación? La socialdemocracia, nos dicen nuestros autores, ha tratado de reformar el capitalismo o de hacerlo “más humano”, sin comprender que el Estado de bienestar fue una excepción histórica, lograda hace más de medio siglo por un sindicalismo radicalizado y ante la presión política de la Unión Soviética (que tenía una “quinta columna” en todos los países del mundo), es decir, en una correlación de fuerzas que no volverá a darse en mucho tiempo, si es que se vuelve a dar. Para colmo, la socialdemocracia no tuvo en cuenta que el nivel de vida del Primer Mundo es un privilegio imposible de generalizar a todo el planeta, dato que ha sido demostrado matemáticamente por el Global Footprint Network (California). Obvió, asimismo, que, bajo el capitalismo, el Estado de bienestar sólo es posible sobre la base de lo que Emmanuel Arrighi denominó “intercambio desigual”. Dado que los capitales no chocan contra fronteras institucionales, pero las personas sí, la clase obrera no podrá trasladarse a las empresas del mundo que ofrezcan mejores salarios, sino que, con suerte, podrá elegir entre las que existan en un determinado país. Por tanto, aunque las tasas de ganancia tenderán, como siempre, a nivelarse a escala global (nivelación de la que, como vimos, dependen los precios), las tasas de explotación, en cambio, serán diferentes en cada marco de relaciones laborales, en función de los éxitos y derrotadas en las luchas políticas, sindicales y de clases. En consecuencia, un salario primermundista dará acceso a bienes en los que habrá cristalizada una cantidad de horas de trabajo tercermundista muy superior a la que el trabajador primermundista ha necesitado efectuar para cobrar su salario, produciéndose, de facto, un fenómeno de explotación global del norte al sur (lo que, obviamente, no anula la contradicción entre clases también existente en el norte).

Descartados el capitalismo (que motiva esta auténtica barbarie) y la socialdemocracia (ineficaz para contener al capitalismo), como conclusión, Liria y Zahonero aclaran cuál es la alternativa que proponen: el comunismo, la cooperativización o incluso estatalización de los medios de producción. Sin embargo, aclaran también que, como proyecto político, no están dispuestos a defender cualquier versión posible del comunismo (como tampoco lo estuvo Marx), sino sólo una versión que respete los principios de la Ilustración (que el capitalismo, como hemos visto, proclama pero a la vez anula): la igualdad, la independencia civil y la libertad, como exigencias irrenunciables de la razón. Además, matizan que, en una sociedad socialista, podrían encomendarse determinadas funciones, como la asignación de recursos escasos, a un mercado controlado.

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